Durante mi visita al claustro románico de la catedral de Tarragona me llamó especial atención el cimacio conocido como de la procesión de las ratas. Resulta chocante pero al mismo tiempo simpático encontrar un tema de estas características entre tanta seriedad y reciedumbre como rezuma un claustro de este estilo arquitectónico.
He
buscado información acerca del origen de tan curiosa imagen y quisiera
compartirlo con vosotros. Me vais a perdonar la licencia, pero como se trata de
un tema alegre y divertido, me voy a permitir contaros la leyenda en un tono
totalmente desenfadado.
Se
cuenta que hace muchos años en el palacio de un noble de la capital
tarraconense existían gran cantidad de ratas que se entretenían destrozando los
graneros y despensas de aquél. El aristócrata, cansado de tal actitud, encargó
a sus criados que se deshicieran de los “marditos roedores”, pero por más que lo intentaron no tuvieron
éxito en su empresa.Cierto
día en que el ricohombre agasajaba al rey con una comida, las ratas,que no
estaban invitadas al convite, decidieron hacer acto de presencia en el mismo
asustando a las damas y dando buena
cuenta de los ricos manjares que allí había. El rey, presa de la indignación,
prometió no volver a pisar aquella vivienda mientras no fueran exterminadas las
maleducadas ratas que se habían comido su almuerzo.
Ante
tal anuncio, y viendo que sus criados no habían podido solucionarle la
papeleta, el noble decidió contratar a un experto en la materia. Se puso manos
a la obra, buscó al mejor gato caza ratones de la comarca y le encomendó la
tarea de desratizar su mansión
Rápidamente el minino se puso a la faena, pero fue incapaz de acabar con las ratas. Y como es mejor maña que fuerza, el felino decidió engañar a aquéllas. Se puso patas arriba, aguantó la respiración y fingió su muerte. Y como entre los roedores no había ningún médico forense, cuando vieron al minino de aquella guisa y que no respiraba dieron por hecho que había pasado a mejor vida. Decidieron entonces poner al gato en una litera y trasladarlo en procesión para enterrarlo. En ese instante, mientras las ratas cantaban y bailaban de alegría, el inteligente felino saltó de la litera sorprendiéndolas y acabando con todas ellas.
Genial, no lo conocia. Ahora hablare con mi madre que ella seguro que lo sabe. Buen trabajo
ResponderEliminarMe alegro de que te haya gustado. Yo tampoco la conocía. Supe de ello el día que visité el claustro. Un abrazo.
ResponderEliminarTuvimos ocasión de conocer el cimacio y su leyenda en una visita compartida con nuestros queridos amigos Cabestany y Marteta, pero tú, Rubén, has sabido exponerlo sacándo jugo y, desmitizando lo académico, revitalizar el mensaje románico.
ResponderEliminarSalud y románico
Me alegro de que os haya gustado mi exposición. Muchas veces merece la pena dejarse llevar y presentar el románico desde un punto de vista lúdico para que se pueda disfrutar de otra manera. Un saludo afectuoso y gracias por vuestro comentario.
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